Carey.

Amo su piel, su cuerpo, su pelo.
Amo sus manos filosas pero suaves.
Amo cuando dormimos en la misma cama, como su cabeza se posa en mí o la mía en su cuerpo.
Amo sus ojos tan profundos, penetrantes y atrapantes. Como si estuvieras viendo la mismísima galaxia.
Amo cuando nos miramos fijamente, cómplices de nuestros pensamientos. Como si nos leyéramos la mente y de alguna forma nos comunicáramos.
Amo cuando duerme. La serenidad y ternura que transmite es algo tan lindo que podría pasar toda la mañana así.
Amo que sea independiente de mí, pero que me necesite.
Amo que nos reclamemos cariño mutuo. Porque es algo de dar y recibir, de alguna forma.
Amo que acuda a mí cuando no estoy del todo bien. Como si su mente le dijera que tiene que aparecer porque estoy mal.
Amo que me roce la cara con la mano mientras me mira, como si fuéramos una sola persona dividida en dos.
Amo el calor que emana su cuerpo. Es como mi propia bolsa de agua caliente, pero con sentimientos, exigencias, necesidades e inteligencia.




Amo a mi gata carey y creo que nunca voy a tener a una mascota como ella, irreemplazable.

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