Your hell and your heaven.

Todos tenemos nuestro propio infierno y nuestro propio cielo, seamos religiosos o no.

Cada uno, por su cuenta, tiene aquel lugar oscuro en su ser en el cual entra y le resulta muy difícil salir. Donde nuestro miedos toman formas tangibles, nuestras debilidades se posan en nuestros hombros hundiéndonos. Donde nos quebramos a cada paso que damos, sudamos angustia y temblamos frente a la ansiedad que nos recorre la espalda como un rocío frío.
Ese lugar donde nos queremos arrancar la piel para salir de ese espacio. Donde sentimos que la única forma de salir de allí es tirarse al precipicio que tenemos en frente.


De otra forma, también cada uno tiene su cielo. Su espacio de tranquilidad y armonía. El lugar donde vemos todo claro, donde las respuestas están frente a nosotros. Nuestro cuerpo se siente fuerte, invencible, único e inigualable. Sentimos que a cada paso rompemos el suelo y nadie nos frena. Ese espacio de paz es tu cielo, donde te sentís a salvo. Donde no existe ansiedad ni estrés y que la brisa te acaricia la cara como el pelaje de una chinchilla. Sentís que flotas, levitas y te elevas ante todo lo que te atormenta.



Nunca vas a estar completamente en uno o el otro, por el simple hecho de que es desequilibrado vivir sólo en una de las dos partes. Demasiado cielo provoca una despreocupación absoluta de todos y todo lo que nos rodea y demasiado infierno nos lleva a la demencia total de nuestros miedos.





Debes encontrar un equilibrio para no caer en el total desinterés ni en la total neurosis.

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