En un sillón y sin luz

Me senté y lloré.

No lo hice desconsoladamente y con la garganta prendida fuego como casi siempre lo hacía. De hecho, esta vez ni siquiera tenía una razón para lagrimear, pero lo hice.

Lloré por mí, por mis antiguas yo caídas en el proceso de crecer y madurar. Lloré por leer a mis amigos heridos. Lloré porque la música de Spotify esta vez me estaba llegando mas allá que a los oídos. Me estaba tocando el alma, me ronroneaba en el oído. Pasaba de algo eléctrico a algo mas nostálgico, cómo mi ánimo.

Lloré por las personas que amé y me dejaron en el camino, por mi mamá, por mi papá. Llore por mi futuro, por mis ansiedades, mis cicatrices.
Lloré por mi amor propio, por mis momentos de soledad, por mis debilidades y fortalezas. Lloré por todo lo que pasé en casi 19 años, por no haber frenado cosas a tiempo, por haber frenado cosas muy rápido.

Lloré por la niña que fuí, la adolescente y mujer que soy y por la mujer completa que voy a ser. Lloré por mis sueños y miedos, por no saber como bajar mis ideales, expectativas y estándares.


Me senté y lloré.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

#Girlboss, motherfucker.

La generación de la venganza

Encontrar aquello perdido es encontrarse a uno mismo.