Constelación de sentimientos.

A mi pequeña constelación, esa que nunca deja de brillar a pesar de que a veces se apague un poco...


Ella era como una estrella fugaz, como un meteorito. Brillaba a toda velocidad hasta que se estrellaba contra algo y ahí en vez de volar, se daba cuenta que debía caminar, pero nunca dejaba de brillar.
Era una constelación de sentimientos. Cada sentimiento era una estrella y cuando los unías y comprendías, era algo hermoso y único.

Y cuando finalmente rebalsaban sus estrellitas llamadas sentimientos, se moría en una explosión, arrasando con ella misma, con su cuerpo, su mente, su ser. Explotaba y se transformaba en una galaxia. En una única y hermosa galaxia.

Una galaxia oscura, con bombas rosas y estrellas por donde la miraras. Una galaxia de sentimientos que renacía cada vez que lo necesitaba y cuando renacía, volvía de una forma diferente.

Ella era todas las galaxias en un cuerpo, porque su explosión nunca tenía la misma intensidad.
Era una estrella fugaz que viajo durante años. Un alma vieja en un cuerpo joven. Un alma soñadora y fantasiosa que solo quería seguir siendo lo que era: Una estrella fugaz llena de vida y luz.

Mas luminosa que un lucero, nunca te olvidabas de ella cuando la veías pasar y en vez de pedir un deseo vacío, todos pedían lo mismo: "Por favor, quiero volver a ver esta estrella fugaz. Quiero volver a ver su brillo".

Y así era, de galaxia a estrella fugaz y viceversa.

Una explosión de sentimientos caminante, arrasadora, llena de vida... Esa era mi estrella fugaz preferida.

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