Un gran peso en un cuerpo pequeño

Me acosté en la cama mirando el techo. El lavarropas de fondo no me dejaba concentrar y a mí se me quemaba por dentro la necesidad de hacer lo que mis ansias clamaban.
Cerré los ojos y lo hice.

Más bien, lo dije.

-Perdón.- respiré hondo- Perdón. Perdón por haberte obligado a ir a lugares y horarios que podrían haber puesto en peligro todo tu ser. Perdón por no frenarte a tiempo cuando empezabas a involucrarte de más, porque quizá vos no sabías que ibas a terminar con el corazón en la mano, pero yo si. Perdón por lastimarte física y emocionalmente, por llevarte siempre al extremo y empujarte más allá de tus límites. Perdón por hacer que te obsesiones con el futuro, con las personas, las cosas, como vamos a estar, donde vamos a estar y como vamos a sobrevivir. Si, perdón por llenarte de ansiedades innecesarias. También perdoname por todo el miedo al rechazo que te generé, hoy no podes decir las cosas en la cara por miedo a la respuesta y así como yo te metí en eso, debería sacarte. Perdón, en serio, por meterte en tantos problemas. Perdón por hacerte creer que sos menos, cuando sos alguien genial, capaz, definida, inteligente y que tiene sus metas claras. Es difícil hacértelo ver, pero perdón por enceguecerte tanto tiempo. También perdoname por castigarte cada vez que las cosas que NO estaban en nuestro control terminaban de forma diferente, siempre tuviste razón cuando presentías algo. Perdón por embriagarte para parecer mas cool, ahora veo las veces que no era necesario llegar a tanto y sin embargo yo te decía: "hacelo, te vas a soltar" ¿y cómo terminaste? tambaleándote, perdiendo la dignidad y enviando mensajes a las 4a.m a quienes no les importaba leerte. Perdón por criticar gran parte de tu cuerpo, de donde había de más o donde de menos. Pero por sobre todas las cosas, perdón por amar más a otros que a vos, realmente vos sos mi prioridad en cuanto a personas. Perdón, Paula.- Lo terminé de decir y mi cuerpo se sentía más liviano, como si eso fuera un peso material que vivía dentro de mí.

Los perdones que menos decimos y más son necesarios son a nosotros mismos. Somos quienes nos impulsamos a tomar malas y buenas decisiones, en cuanto tenemos las consecuencias de las malas nos castigamos y jamás nos pedimos perdón por aquella vez que fuimos soberanamente duros, pero nos lo merecemos. Merecemos estar en paz con nosotros mismos.



¿Y vos, cuantos perdoname te debes para sentirte liviano de nuevo?

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Encontrar aquello perdido es encontrarse a uno mismo.

La generación de la venganza

#Girlboss, motherfucker.