Al borde de la libertad

"Si amas a alguien, déjalo ir".
Y te deje libre.
Y no sabía si ibas a volver, pero tampoco lo esperaba.


Quizá "amar" es muy fuerte en un caso donde existe sólo un enamoramiento unilateral.
Pero te deje libre.
Te dejé libre de mis revisiones en WhatsApp para ver si estabas conectado o no.
Te dejé libre de esperar que me hables y vernos un rato al menos.
Te dejé libre de hacer fotos horribles, de cualquier cosa, con tal de que las veas.
Te deje libre.

Te dejé ir de mi desilusión. Esa que se creaba cuando casi a último momento me cancelabas.
Te dejé ir de imaginarme una tarde con vos haciendo nada. De una noche simplemente tirados con música, charlando o mirándonos.
Te dejé ir de mis ganas de tenerte, escucharte y conocerte mejor.
Te dejé ir de decirte "si" a todo. Todavía me pregunto cómo hacías (y haces) para que corra impulsivamente y sin remedio hacia vos.
Te dejé ir.

Te dejé suelto de todos los relatos, malos poemas y cualquier otro tipo de palabrería que hice en tu honor.
Te dejé suelto de mis miradas de reojo, mi corazón acelerado y mi nerviosismo por tenerte cerca.
Te dejé suelto de querer cruzarte en cualquier lugar cercano a los que concurrís.
Te dejé suelto de mis idealizaciones, mis sueños románticos, mis pensamientos fantasiosos.
Te dejé suelto.

Te dejé exento de todo aquello que esperaba hacer con vos; viajes, planes, salidas, encuentros y reencuentros.
Te dejé exento de mis sentimientos únicos y fieles.
Te dejé exento de querer impresionarte, de querer que me veas como un algo más, o más bien, como un posible nosotros.
Te dejé exento de todo lo que pude darte, quizá si nos encontrábamos de otra forma.
Te dejé exento.


Te dejé o me dejé. Quizá no fue el momento para conocernos, quizá nunca más nos veamos. Ahora ambos somos libres de mí.

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