Un miedo casi incurable

Algunas personas no toleran el maltrato, ya sea verbal, física o psicológica. Otras, no pueden contra la injusticia, no importa si es propia o de todo un grupo. Todos tenemos ese algo con el cuál enfrentarse da más terror que dejarlo pasar.

Lo mismo pasa con el rechazo.

Hay un grupo de personas reducidas -o no tanto- que el rechazo es lo peor que podrías darle. Y no porque quieran tener todo o ser la voz de la razón, simplemente, el rechazo les parece tan doloroso como un corazón roto.
No piensen que el rechazo que los daña es simplemente decirle no a cualquier cosa, en realidad, es más específico, más profundo, porque la ansiedad juega un papel importante. No les duele un no a un límite, un no a algo que arriesgue la vida de esa persona, o de alguien más. Va por el lado emocional, el no que te dan cuando esperas más de una persona. Ese rechazo porque no están en la misma sintonía, porque no quiere emparejarse con nadie, porque no quiere expresar lo que realmente les pasa.
El rechazo mas doloroso es el que nos dan directo al corazón, ese que se nos hunde profundamente en el alma y nos hiela el cuerpo, es aquel proveniente de la persona que ocupa el 75% de nuestros pensamientos.
Sabemos que la posibilidad de rechazo es 50% pero por algún motivo pensamos que supera el 80%, por ende no arriesgamos a hablar. El miedo al rechazo es algo que tan complicado de curar, porque, ¿cómo haces para que alguien arriesgue, si justamente eso le aterra?
El rechazo puede ser tan terrible que no sabemos como enfrentarlo, lo disfrazamos, lo evitamos y le escapamos de todas las formas posibles. Pero tarde o temprano, de alguna forma u otra, hay que quitárnoslo de encima.


Enfrentar el rechazo puede ser tan liberador como desastroso, pero quien no arriesga no gana.

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