Té, limón y miel.

El té con limón y miel la representaban por excelencia.

Ácida y atractiva como el limón.
Dulce y flexible como la miel.
Clásica y elegante como el té.

Pero mas allá de eso, era como la taza en donde esos ingredientes creaban la perfección. Por fuera, fría como la porcelana y por dentro cálida como el sol de invierno. Su cuerpo estructurado y delicado llamaba la atención de cualquiera, con detalles finos aquí y allá. No tomabas de ella sin olvidarle, tenía ese sabor único que te hacía querer mas por el simple hecho de que te hacía sentir bien, curado, purificado. Tomabas de ella porque te hacía recordar el frío invierno envuelto en frazadas, tomando tu té preferido o tu café favorito. Te gustaba y no sabías bien por qué. No sabías si era por su acidez, su dulzura o su elegancia. Pero si sabías que la combinación de todo eso, era lo que mas deseabas.

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