Mr. Big.
No, su apodo no es por lo que normalmente pensarían, no es tan vacío como eso... Ojos celestes, pero no ese celeste común que ves en revistas, la televisión o cualquier persona que te cruces en la calle. No, eran un celeste tan cambiante como la atmósfera que se transforma de algo romántico a algo totalmente sensual. Así era, celeste y gris en conjunto, fusionados como una galaxia helada, sólo que de helada no tenía nada. Creo haber sido la única capaz de darse cuenta de ese cambio, de esa dilatación de pupilas, de esa mirada penetrante que no sabías si te encendía o si estaba a punto de llevarte contra una pared (ambas suenan bien desde mi punto y dado el contexto en que lo recuerdo...). Cabello totalmente rubio, tan rubio que no encontrabas cejas. Podría decir que el trigo era moreno al lado de su cabello. Esos hilos dorados que bailaban entre mis dedos era como caminar por un campo de peonías con los ojos cerrados y las manos abiertas. Si, así de hermoso lo sentía yo. Ni hable...